La noticia ha sacudido al mundo televisivo y judicial a partes iguales. Un participante del famoso reality ha sido absuelto de una acusación de violación a una menor, a pesar de que el caso incluía declaraciones firmes, lesiones físicas constatadas y un relato que la víctima mantuvo sin fisuras desde el principio. El fallo ha desatado un intenso debate social, especialmente por los matices que han llevado al tribunal a aplicar la duda razonable en un asunto tan grave.
Fue en la Audiencia Provincial de Las Palmas donde se debatió cada detalle de aquella noche del 30 de abril de 2018. La joven denunciante, de 17 años por aquel entonces, sostuvo que no hubo consentimiento en ninguno de los dos encuentros que mantuvo con los acusados. Las pruebas médicas mostraban laceraciones en la zona genital, y una amiga asegura haberla oído gritar. Sin embargo, para la sala nada de esto fue concluyente.
🌐 Un caso lleno de matices y contradicciones
Suso Olivares, conocido en televisión tras su paso por La isla de las tentaciones. Él y otro acusado se enfrentaban a un proceso que podía haber cambiado sus vidas para siempre. Pero la sentencia ha sido clara: no existen elementos suficientes para demostrar de forma irrefutable que los hechos ocurrieron sin consentimiento.
Los magistrados destacaron que, aunque la víctima fue persistente y coherente en su relato, no pudo acreditarse el uso de fuerza o intimidación. Parte de esta dificultad reside en un elemento que el tribunal consideró clave: la comunicación entre los implicados se dio en parte a través de un traductor automático del móvil, debido a que no compartían idioma. Ese detalle, aparentemente menor, abrió un abanico de interpretaciones sobre expresiones como “No, I can’t”, que para el tribunal no equivalían a una negativa categórica.
⚖️ Las pruebas que sí había… y por qué no bastaron
Los informes médicos señalaban lesiones vaginales compatibles con relaciones sexuales recientes y dolorosas, pero la Audiencia entendió que dichas lesiones podían haberse producido sin violencia física. Del mismo modo, el testimonio de la amiga que escuchó gritos quedó relativizado: los jueces plantearon la posibilidad de que los gritos fueran por la incomodidad de ser grabada sin permiso, no necesariamente por una agresión.
Por todo ello, y bajo el principio penal de “in dubio pro reo”, la balanza se inclinó hacia la absolución. Un principio que protege al acusado cuando existen dudas insalvables, pero que al mismo tiempo deja en el aire el sentimiento de que la víctima no ha encontrado justicia.
🔍 Una sentencia que reabre el debate social
Este caso expone nuevamente las lagunas que persisten en la investigación de agresiones sexuales, especialmente cuando no hay testigos externos ni pruebas irrefutables. El uso de traductores automáticos, la falta de claridad en la comunicación y la interpretación de los gestos o frases se han vuelto elementos centrales del debate.
Algunos expertos consideran que la resolución refleja la dificultad de probar una agresión sexual más allá de toda duda razonable, mientras que otros apuntan a que decisiones como esta pueden desincentivar a las víctimas a denunciar. Lo cierto es que la sentencia ha generado indignación en una parte de la opinión pública, que considera que el nivel de exigencia de las pruebas es excesivo en casos donde el consentimiento es la clave y donde el cuerpo de la víctima ya mostraba señales de daño.
❗ El caso no termina aquí
Aunque los acusados han sido absueltos, este caso deja una profunda reflexión sobre el funcionamiento de la justicia en situaciones de vulnerabilidad, la interpretación de señales de consentimiento y el papel que juega la tecnología en la comunicación entre personas que no comparten idioma.
La absolución no elimina las preguntas, y tampoco borra el impacto emocional que relatos como este dejan tanto en la sociedad como en las víctimas de agresiones sexuales que siguen luchando por ser escuchadas.


