Con cada estreno de cada edición de La isla de las tentaciones —y ya van ocho— siempre surge la misma pregunta: ¿cómo es posible que, sabiendo lo que es el reality, todavía haya parejas que vayan al programa? El poder de la televisión es lo que tiene: brilla, reluce y atrae como un diamante, como un tesoro. No puede haber otra explicación para justificar que parejas que llevan años, que ya han vivido una infidelidad o que no están en su mejor momento, se la jueguen y se expongan de la manera en que lo hacen en La isla de las tentaciones. Pues las hay, y en cada edición se puede decir, sin exagerar, que se superan.
El estreno de la octava edición de La isla de las tentaciones no ha defraudado. Parece mentira que después de ocho ediciones, incluso siendo todos conscientes, incluidos los que van al reality, de lo que va a pasar, todavía puedan dejarte con la boca abierta. Pues sí, y más que con la boca abierta. Y eso que el patrón sigue siendo el mismo: cinco parejas, cada una con sus problemas o sin ellos, llegan enamoradísimos a La isla de las tentaciones. Algunas para ponerse a prueba; otras, para corregir algún defecto —por norma general, enfermizo—; otras, porque se quieren tanto que necesitan demostrar —no sé muy bien a quién— que su relación está hecha a prueba de bombas; otras, porque aunque no lo digan, necesitan una excusa para mandar todo a freír espárragos; otras, simplemente, porque creen que no hay mayor prueba de amor que meterse en una casa con ocho solteros y solteras y tentarse.
Los celos de Alba son realmente enfermizos. Ya tenemos a la primera pareja tóxica de La isla de las tentaciones 8. Lo que le montó anoche a Gerard en la ceremonia de los collares fue apoteósico, hasta tal punto que el resto de novias no solo alucinaron, sino que se dieron cuenta de que lo de Alba no es ni medio normal.
Resulta que La isla de las tentaciones también sabe jugar sus cartas. Siempre tiene algún as en la manga para echar más leña al fuego, si es que hubiese poca. En el caso de Alba y Gerard, la leña se llama Aida. Resulta que era amiga, amiguísima de Alba, pero cuando Alba comenzó su relación con Gerard, la relación se rompió. Anoche no quedó muy claro por qué Alba tiene tanta tirria a Aída, pero sí quedó claro que, si Gerard se acerca a ella, Alba erupciona. ¡Vaya si erupcionó!
El segundo as de La isla de las tentaciones fue mostrar las primeras imágenes de sus parejas a las chicas segundos antes de que estos entraran para la ceremonia de los collares. ¿Qué imágenes? Se preguntarán muchos, si no llevaban ni 10 horas de convivencia con las solteras. Pues, efectivamente, ningunas. Lo único que se ve es una fiesta lo más light posible, algún que otro comentario de machito fiestero y bocazas, una batalla en el agua y… nada más. ¡Pero, ay las batallas en el agua!
De la nada aparecieron los primeros cabreos, las primeras lágrimas, los primeros histerismos y las primeras frases para la historia de La isla de las tentaciones: «¡Vagina en el cuello! De puta madre», reaccionó Alba, que segundos después subiría la apuesta con un «¿Tú ves normal un coño en tu nuca?». Lo dicho, La isla de las tentaciones no dejará nunca de sorprenderte. «¡Eres un guarro! ¿Qué haces subiéndote a una tía encima? ¿Ves normal un coño en tu nuca? ¡Hablando con Aída! Te dije que no. ¡Y bailando con ella! ¡Has hecho un sándwich bailando y conmigo nunca bailas!». En un párrafo se dice todo; imagina verlo.
Alba confiesa porque miraba tanto a la cámara
«He visto que muchas personas han comentado sobre el tema de los ojos y quería recalcar esto, ya que no miraba ninguna cámara y menos en un momento así… No sabía sobre la existencia de esta palabra ni nada. Es cierto que tengo este tic desde pequeña y yo siempre había pensado que era simplemente un tic o algo normal en mí, sobre todo me pasa cuando estoy nerviosa o en momentos con ansiedad o estrés.»
«Sí que es cierto que investigaré sobre el tema, ya que yo también me lo noté cuando vi el episodio y pensaba que no lo hacía tanto. Es algo que incluso hasta mí misma me da un poco de complejo. Mi familia y amigos que me conocen de toda la vida han dicho que ellos lo normalizan y que lo ven algo normal, ya que han convivido con ello siempre.»